Yoga, una palabra tan corta que jamás creí que fuera a significar tanto. El yoga no es solo una práctica diaria que me ha puesto en contacto con mi cuerpo desde una manera mas profunda y menos superficial. Mas que una practica, el yoga se ha convertido en una metáfora de vida.
El yoga en mi vida me ha enseñado a estar presente, a vivir aquí y ahora, a saber que si te concentras en tu respiración lo externo pasa y las dificultades duelen menos, a saber que todo es temporal; si duele, es temporal, si te encanta; es temporal y cada momento de inconformidad te vuelve más fuerte y más flexible. De la misma manera me ha enseñado a aceptar el dolor sin juzgarlo y a ser paciente con las inconformidades, a ser tolerante con mi practica, no exigirme más de lo que puedo dar y saber que hasta donde llegue ese día está perfecto, aprendiendo que se pueden dar pasos para atrás y el retroceso no está “mal”. De la misma manera me enseñó a no jerarquizar, sino a conectarme con mis sensaciones y emociones encontrando un equilibrio interno.
Practicando yoga aprendí que estando de cabeza uno tiene una perspectiva distinta de las cosas, que si te concentras en el de al lado es posible que te caigas de tu asana o que no logres profundizar en la misma desaprovechando tus propias capacidades. Entendí que si te enganchas en el “qué dirán” no lograras dar lo mejor de ti y de la misma manera si te concentras demasiado en ti, la practica pierde el sentido.
El yoga en mi vida me enseñó a amarme tal y como soy, a ver la vida desde un enfoque personal y vivencial, me trajo amigos, energías y buenas vibras. Me enseño a decir hoy no puedo pero con ganas de intentarlo mañana, a ser cálida y amorosa con mi cuerpo el cual hoy llamo templo, a concentrarme en mis emociones y dejar ir mis pensamientos. Me enseño a soltar, a fluir, a saber caer, aceptar mi caída y después levantarme. Todo esto poco a poco, sin prisas, sin presiones y sin limitaciones.
Cada practica me permite poner una intención, sanar y fortalecer mi cuerpo y mi mente, renacer desde cero, conectarme conmigo y mi respiración; descubriendo el poder que tiene; y desde ahí conectar con el mundo y todos sus seres par así ser más consciente.
Hoy ya no se si el yoga está en mi vida o mi vida está en el yoga.
Namasté, A.
Este post está dedicado a cada uno de mis maestros, a cada uno de mis compañeros que han compartido su energía y su práctica conmigo. Pero sobretodo a esa mujer que inició a aquel hombre quén fue el que me llevó a mi primera clase y a quien también le estoy eternamente agradecida.