Estoy bien, lo juro. No tengo que decirlo para saberlo ni para que la gente me crea. Estoy bien y se nota, emano chispa al andar y fuerza al caminar, la gente me lo dice, yo lo reconozco mas allá del espejo, pues lo vivo y lo experimento. Estoy bien y me siento bien.
Jamás creí crecer a pasos agigantados desde el día en que nos dijimos adiós.
Nunca hubiera imaginado que después de un acto tan grande de valentía y tras tanto dolor iba a encontrar los frutos de los que ahora estoy disfrutando. Nunca pensé que al haber perdido algo tan importante el resultado hubiera sido haberme encontrado.
Estoy bien, lo se. Hace mucho que mi supervivencia dejo de preocuparme, no solo estoy; no solo respiro; también vivo, he aprendido a disfrutar, a disfrutarme, a dar y sobretodo a darme: darme oportunidades, darme experiencias, darme la libertad de crecer y de conocer horizontes y nuevas capacidades, darme la oportunidad de conocerme, de retarme y reconocerme, de atribuirme a mi cada uno de mis cambios, de explotar y gozar de mis talentos, de escuchar mi voz interna y seguir mis instintos naturales. De sembrar mi esencia en cada uno de los matices de mi vida que para ser honesta son bastantes.
Vivo aquí, vivo ahora, trato de vivir mi día en conciencia plena, de no pensar en el ayer y no planear el mañana. Amo, doy, agradezco, sigo y me dejo seguir. Siento mi corazón, mi respiración, la energía de mis propias vibraciones. Me apego a las recetas y cada vez me doy cuenta de lo bien que me siento, de lo bien que me encuentro.
Sin embargo algo no me hace sentido, ¿Porqué teniéndolo “todo”, sabiendo que ando por el camino correcto, tengo la sensación de que algo me falta? ¿Porqué a pesar de que ya no te pienso con nostalgia siento que una fuerza me jala? Y es aquí cuando caigo en cuenta de que es lo que pasa: Que puedo vivir la vida sin ti, pero no es la misma vida. Pues estoy bien, pero estoy sin ti.
A