Nos han dicho que las relaciones son mitad y mitad, pero ¿Qué es el todo? ¿Qué es la mitad? ¿Cómo sabes cual es un 100 y cuando no? Aprendí que ponerle números a lo abstracto es absurdo, sin embargo si pudiéramos cuantificar el amor, entendí que las relaciones no son 50/50, las relaciones es estar dispuesto a dar todo sin importar lo que pueda dar el otro lado. A eso llamamos amor incondicional, el amor incondicional es unilateral, es de un solo lado sin importar ni pensar que vaya a regresar.
Aprendí que las relaciones no es aguantar es simplemente dar y soltar, no engancharte ni luchar. Es amar de aquí para allá, dejar fluir y soltar lo mas puro de tu amor incondicional. Sin embargo también aprendí a renunciar a lo perfecto, que aunque te sepas de memoria estas letras somos humanos y cometemos errores; los cuales ahora llamo lecciones de vida. Aprendí a renunciar a la idea de que me “merezco” una pareja perfecta o que “debo” ser siempre la mejor versión de mi, pues aprendí que un gran equipo lo conforma el balance y que mientras exista propósito y compromiso no necesita ser perfecto para que sea grande, funcional y verdadero.
Entendí que la vida es identificar tus emociones, reconocerlas y desde ahí trabajar en tu inteligencia emocional logrando satisfacer tus necesidades. Aprendí que si entiendes las necesidades del otro dejas de crear juicios o hacerte historias egocentristas donde uno cree que todo lo hacen para dañarnos. Aprendí a no quedarme nada guardado, a dar libertad y darme mis propios espacios. Aprendí a respetar, a valorar y perdonar. A ver a las personas desde lo mas profundo de su ser y no desde los errores o las historias, dejando a un lado el pasado y vivir el aquí y el ahora. Aprendí a dejar atrás las etiquetas y los tabúes sociales, a dar y darme lo que puedo.
Aprendí a amar, amar de verdad, ese amor del que hablo, ese amor que ya no te importa si está contigo o con alguien más ya que lo que importa es su felicidad y crecimiento personal, pues entendí lo que es el amor de verdad. Aprendí que el amor es lo más fuerte, más fuerte que la distancia e inclusive más fuerte que nosotros mismos. Aprendí que uno no decide a quien ama pero si elige cómo ama, aprendí que el amor no necesita ser presencial.
Aprendí a ser valiente, a conocer y darme la oportunidad de volver a conocerme, aprendí a reconocer el miedo; a no juzgarlo ni enfrentarlo; simplemente verlo, identificarlo y nombrarlo, dejando que mi mente y mi espíritu lo autorregulen; pues si; en esta relación aprendí a meditar.
Aprendí a conocer y amar mi cuerpo, a cuidarlo y respetarlo. Aprendí a levantarme temprano y al igual darme tiempos merecidos de descanso. Aprendí a verme, en mi y en los demás, aprendí a soltar, a dejar situaciones que yo no pueda manejar. Aprendí a llorar, a vivir duelos y poderlo expresar. Aprendí a despedirme, a extrañar, extrañar de verdad.
Podría hacer una lista infinita de las cosas que aprendí de esa relación; gran relación dirían muchos; y en efecto, si lo fue. Pero no hubiera aprendido tanto si al final no nos hubiéramos separado. Pues la mitad de las cosas las aprendí con Él y la otra mitad las aprendí porque se fue.
“Todo pasa por algo” me dijo alguna vez. Hoy se que esto no es “algo”, esto es TODO.
If it was´t love it was a lot like it.
A.