Estabilidad, tranquilidad y paz eran las tres palabras que describían mi vida hace tan solo un mes. Llegué a etiquetarlo como mi mejor momento pues honestamente así me sentía. La vida es inesperada, me decían y lo sabia pero sentía que tenia todos los factores controlables bajo el brazo sin embargo una jugada la tierra me tenia.
Se movió, se movió tan fuerte que me sacudió todo por dentro, seria absurdo creer que un movimiento tan brusco no generó cambios de trasfondo.
Se movió y viví un miedo extraño el cual nunca antes había experimentado, me tardé días en descifrarlo hasta que por fin pude nombrarlo, miedo a morir. Se movió y no discriminó, las victimas fueron participes de una ruleta rusa donde solo la fortuna decidía quien se iba. “Pude haber sido yo”, la madre naturaleza no se fija en bondades ni clases sociales… Pude haber sido yo.
Yo, Él, Ella, mis papás, mis hermanos, primos, familiares o amigos. El miedo y la certeza de que el fin se asomó por la ventana nos paralizó y nos movió por completo.
Tras tan fuerte movimiento comencé a sentirme vulnerable. Con la tierra se movieron los afectos, el corazón y los instintos no entienden de rencores ni promesas. Un mensaje por medio de un intermediario para ver si esa persona a la que le prometiste olvidar estaba bien; sorpresivamente Él preguntaba lo mismo de regreso. Comencé a buscar amistades rechazadas, afectos olvidados, amores superados. Se movió y me hizo recordar, perdonar, extrañar y sobretodo amar. Se movió y deje detrás lo malo, el tiempo y los roces, mientras mi amor incondicional salía a flote.
Me arrebataron el control de las manos, no tuve otra opción más que soltar, dejar que pasara lo que tenia que pasar. Se movió tan fuerte que comencé a escuchar, escuchar las necesidades de los demás para empatizar y poder ayudar y al mismo tiempo a mi me volví a atención prestar. El movimiento irónicamente me regresó a mi centro, la meditación me abrazó en cada momento, tras meses de practica intermitente volví a mi tapete, inexplicablemente de un día a otro me volví nuevamente vegetariana y hoy puedo decir que mi cuerpo me lo pidió a mi y no yo a él como aquella vez.
Se movió la tierra y experimenté sin fin de cambios, negativos y positivos. Miedos, traumas y dolores, de igual manera logré ver una reacción humana que jamás imaginé. Tras el dolor vi unión, compasión, empatía y amor. Paralelamente la sacudida me reconectó con mi ser original, mi amor incondicional y mi humanidad. Se movió la tierra y no volví a ser la misma.