Era la 1:30 de la mañana cuando un fuerte retortijón en el abdomen me despertó. Antes de pensar realmente qué tenia ya estaba planeando la exterminación de mi dolor, tras un cocktail de distintos medicamentos que no surgían efecto solo pedía a gritos que terminara la agonía.
El ser humano es alérgico al dolor, era la idea que me venia una y otra vez a la cabeza, en medio de un fuerte espasmo el cual me tenia tirada en el frio piso del baño. El dolor es aquella señal de alarma que nos hace saber que no estamos bien, el dolor en ciertos escenarios nos salva la vida sin embargo durante mi suplicio no pude tratar de buscar una metáfora que lo relacionara con el dolor emocional. ¿Cuál es la diferencia entre este dolor físico y aquel dolor del alma? La única diferencia es que uno está avalado por una ciencia exacta que lo interviene.
Al no encontrar medicamentos ni cirugías para el alma el cuerpo de manera automática va buscando sus propios recursos. Alcohol, drogas, fiesta, antidepresivos, relaciones consecutivas sin espacio para el duelo, discusiones que hagan sacar la pena que se lleva por dentro y sin fin de distracciones e inhibidores de sensaciones.
El ser humano es alérgico al dolor, es nuestro mecanismo de defensa, un mero instinto de supervivencia, estamos diseñados para buscar cómo exterminarlo en cuanto comenzamos a sentirlo por lo que en ocasiones nos es imposible reflexionar desde ahí dentro, estamos tan concentrados escuchando la señal biológica de apagar el dolor que no nos damos cuenta el sin fin de aprendizajes que las entrelineas del dolor albergan.
En el dolor valoré a quienes realmente están; personas que no imaginaba; logré ver por mis propios ojos la manifestación más pura de la empatía recibiendo amor y apoyo de desconocidos. Noté la falsedad de las redes sociales reafirmando mis decisiones, identifiqué a mis verdaderos amigos los cuales son pocos pero para mi son suficientes. En el dolor logré sonreír, conocí gente, fui amable, agradecida, me di cuenta que el amor es unilateral y que no necesito recibir nada a cambio para darlo y manifestarlo.
En el dolor logré pensar qué quiero y sobretodo me quedé tranquila que si al cerrar los ojos no volvía había hecho lo que debía. En el dolor me di cuenta que me falta soltar más, pensar menos, tomar las riendas de mi destino y dejar la idea constante de querer ser perfecta. En el dolor también me di cuenta que estoy andando por un buen camino, que me agradezco cada paso que he dado dejando de juzgar cualquier pasado.
El ser humano es intolerante al sufrimiento, siempre ve la manera de salir de ahí. Gracias a eso hoy estoy aquí sin embargo agradezco también haber tenido la capacidad de lograr ver las entrelineas del dolor.
ÁMATE, A
Hoy vivo mi dolor, me doy reposo y me lamo las heridas, acepto mi tristeza de la misma manera en la que festejo mis alegrías. Entiendo que hay días buenos y días malos y que los días malos tampoco son malos. Vivo mi duelo pues mi cuerpo sufrió una pérdida y necesita consuelo. Soy consciente de que mi vida volverá a dar un giro y agradezco que al tener previamente un estilo de vida sano con ejercicio diario, una dieta libre de carne, alcohol y tabaco, el cambio no será tan drástico. Sin embargo hoy tendré que ser más consciente de todo lo que le de a mi cuerpo.
Aprender a ver la armonía en la destrucción, de eso se trata la vida. Y a lo mejor ya no tengo vesícula pero tengo una nueva razón para estar en conciencia plena todo el día.
A.