Conocí a alguien, es cierto que regresé acompañada. Al conocerle dejé de sentirme sola, me ha dado no sólo fuerza sino inspiración para seguir creciendo y caminando día a día. Alguien que no conoce de prisas, no se establece tiempos, no busca un patrón ni se fija teorías.
Conocí a alguien que no tiene miedo, que se quiere comer el mundo y no a puños, se lo quiere comer lento para saborearlo poco a poco pero a la vez no dejar una sola migaja en el plato. Alguien que no conoce de límites ni fronteras, una persona digna de llevar la palabra “soñador” bordada en la maleta.
Conocí a alguien que me hace reír, que me consuela en mis llantos y sobretodo me impulsa a seguir, a realmente vivir. Alguien que no conoce de roles, discriminación ni represión. Alguien que no tiene temor a vivir, llorar, equivocarse, sufrir ni sentir. Sus sueños no están escritos, se los va dando el viento, vive hoy, aquí y ahora. Se fija metas, ve hacia algún punto pero no deja que esa fijación le distraiga del paisaje del camino ni de frustrarse si llega a haber algún cambio en el recorrido.
He conocido a alguien, alguien valiente, fuerte. Alguien que lucha y no lo hace solo por el capricho de conseguir lo que quiere sino para buscar y encontrar distintos matices de la naturaleza de esta vida.
Conocí a alguien maravilloso, alguien que no sabía que existía. Alguien que no juzga mi vida, mi pasado, mi cuerpo ni mi apariencia, alguien que no me critica ni mucho menos me reprime, alguien que me quiere como soy y no busca cambairme. Alguien que me ama, y cuando hablo de amor lo hago convencida de que su amor es meramente incondicional. Conocí a alguien que se que nunca me va a abandonar, alguien que su cálida mirada no hace otra cosa más que desearme paz.
Conocí a alguien, por fin conocí a ese alguien…
Me conocí a mi.
Conócete, A.